Muchas empresas y organizaciones declaran estar subiéndose al carro de la transformación digital. Hay un uso marketero del concepto, probablemente para transmitir un significado de “moderno”, “actual”, “tecnológico”. Aunque en muchos casos puede ser solo una apariencia. Aquí como en otros ámbitos aparece un tipo de discurso políticamente correcto. Es bien visto y oído emplear ese concepto para demostrar que estamos a tono con los tiempos, pero emplear un concepto en el discurso no implica necesariamente estar realizando realmente la acción que el concepto conlleva.
Más allá de entender la transformación digital como la integración e implementación de tecnologías que agilicen procesos operativos y de gestión; quizás lo más desafiante sea el cambio de mentalidad que implica para los equipos de trabajo. Es decir, la transformación que se produce en las personas y en la cultura laboral de las organizaciones. Y esto tiene que ver con la manera de trabajar, con la forma de concebir las tareas cotidianas en las empresas y organizaciones, con la distribución del tiempo de los colaboradores.
Es muy común asociar el trabajo a una oficina, como si todas las actividades se realizaran en un lugar como ese. También es frecuente asociar el trabajo con el cumplimiento de un horario. Y no solo esto, sino sobre todo con la permanencia en un lugar por un tiempo delimitado. Estas son algunas de las creencias que están siendo desafiadas con la inserción de la transformación digital, especialmente en las generaciones más jóvenes de colaboradores. La pandemia y la cuarentena probablemente forzaron la transformación digital de muchas empresas. Pero lo más impactante de ese impulso forzado quizás ha sido el cambio en las maneras de entender y ejecutar las tareas cotidianas de los colaboradores y la utilización del tiempo.
Es evidente que algunas empresas y organizaciones, por sus características, tengan mayor potencial de adaptación a esas nuevas concepciones asociadas al trabajo. Es evidente también que muchas personas anhelaban volver a la presencialidad y a sus lugares físicos de trabajo ya sea para separar la pega de sus vidas personales o para sortear las presiones de estar conectados 24/7 a los requerimientos corporativos. Todo esto es cierto. Sin embargo, no cabe duda de que la transformación más profunda se focaliza en las personas quienes están siendo desafiadas a crear sus propias tareas. Recorremos un camino en el que nuestras vidas dejarán de estar dibujadas por las imposiciones externas de tareas o de horarios. Seremos más libres, pero esta mayor libertad implica hacernos responsables de nosotros mismos. ¿Cómo sortearemos este reto?

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